OPINION.- La plancha de fulano.-

Rafael Damiron
Este año se cumplirán los 50 desde que se reorganizó el ajedrez dominicano. Esto ocurrió 1966 como producto de un movimiento espontáneo surgido un año antes que permitió integrar a jóvenes principiantes con el grupo de ajedrecistas veteranos anteriores a la guerra del 1965.
Sabiamente, se conformó una directiva de cinco miembros compuesta por una mezcla de veteranos y jóvenes, y esto propició una fórmula que sumando experiencia y energía hizo que ocurrieran los cambios y novedades que impulsaron el rápido desarrollo del ajedrez nacional durante los años siguientes. Entre otras cosas, se aprobaron en asamblea los primeros estatutos de la FDA, y luego los reglamentos que los complementan; se consignó en los estatutos la función de los clubes y las asociaciones; se estableció la disputa anual del Campeonato Nacional, y del Campeonato por Equipos; se estableció el sistema de Rating Nacional; y en los años posteriores se fueron realizando los cambios que dictaba la experiencia.
La directiva de FDA (CEN) trazaba las pautas y tomaba las decisiones, pero el trabajo se realizaba de forma colectiva, donde cada quien aportaba según sus aptitudes. La búsqueda de los recursos era también una responsabilidad colectiva, de modo que cuando era preciso todos aportaban, o participaban de algún modo en las colectas, rifas, reinados, películas, y cualquier otra idea que permitiera obtener los fondos que hacían falta.
Ser miembro de la directiva era un privilegio que pocos deseaban, y el proceso electoral era como encontrar agujas en un pajar.
Con el tiempo las cosas han ido cambiando. El estado a asumido la responsabilidad de proveer algunos recursos para deporte, y de ese modo los ajedrecistas fueron aprendiendo a recostarse y esperar que todo sea lo den. De ahí, que a la hora de pedir cuentas, todos los dedos apunten hacia la directiva y el manejo de los fondos que el estado aporta. Los ajedrecistas de hoy día, en su mayoría, entienden que lo merecen todo, y que al mismo tiempo, no les corresponde hacer, ni procurar nada en favor del pasatiempo que los apasiona.
Esta visión irresponsable entiende que toda la responsabilidad de lo que ocurra en el ámbito del ajedrez recae exclusivamente en la directiva (CEN). Sin embargo, en la estructura orgánica de la FDA están previstos y existen los estamentos para que, hasta un simple ajedrecista, pueda reclamar y/o aportar a tiempo para que no ocurra nada indeseable. Cada tres meses está prevista una sesión del Consejo, hasta con su fecha fija estatutariamente de antemano, para que no sea necesaria una convocatoria particular. Es decir, que si al final de una gestión directiva de dos años existen culpas acumuladas, éstas no son solamente por comisión, sino también y más importante, por omisión de quienes no levantan su voz a tiempo y por los canales debidos para que las cosas cambien. Vale la pena recordar que en la FDA existen precedentes de situaciones que han llegado hasta el juicio y la destitución de directivos cuando se han seguido los recursos legales previstos en los Estatutos.
Lamentablemente, el proceso electoral del ajedrez se ha contagiado de la pobre práctica de nuestros políticos, y solo se habla de los candidatos presidenciales, restándole importancia al resto del equipo directivo. Esto hace que las directivas no conformen un verdadero equipo de trabajo, sino un grupo desarticulado producto de acuerdos electorales, donde todo se hace difícil, desde lo más simple que es reunirse, hasta lo más complejo que distribuirse las responsabilidades. Mientras se esté pensando en términos de la “plancha de Fulano” la FDA seguirá en lo mismo: teniendo que pagarle a otras personas para que realicen el trabajo diario que les corresponde a los directivos, mientras el resto de los ajedrecistas solo se dedican jugar, criticar y reclamar, sin preguntarse ¿Yo…qué estoy haciendo a favor del ajedrez?
En esta época electoral es preciso pensar en términos de equipo y no de personas. Un buen director no hace una orquesta, sino la acción conjunta de todos los ejecutantes. Lo que planteo no es nada nuevo, cuando me tocó presidir la FDA por última vez, eramos cuatro expresidentes en la directiva (Don Ricardo, Pachón, Francis y yo), y todos nos sentíamos igualmente responsables, al igual que los directivos primerizos, Fabio Sánchez y Marcelino De la Rosa. Entonces, no acabo de entender de qué sirve elegir un CEN disgregado territorialmente y sin ninguna experiencia de trabajo en equipo. Aún hay tiempo.

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