Diablo Viejo: el personaje que se volvió leyenda (dos historias contadas desde el alma del pueblo)

Por: Fredde Font

Hay cosas que no están en los libros de historia, pero sí están en el corazón del pueblo. Y una de ellas, sin duda, es Diablo Viejo. Yo no estoy inventando. Lo viví, lo vi, lo cuento. Porque hay personajes que son tan reales como mágicos, y si Barahona tiene uno, ese fue él.

¿Quién no recuerda aquel concurso de las patronales en los años 80? ¡Ah, qué tiempo aquel! El Ayuntamiento organizó un evento que todavía nos hace reír: ¿Quién era más feo, Diablo Viejo o Potolo? Los subieron en una camioneta y los pasearon por todo el pueblo para que la gente pudiera votar. Potolo era apenas un muchacho, y cada vez que Diablo Viejo le hacía muecas con esa cara retorcida y esa risa medio burlona, ¡el pobre muchacho rompía a llorar! Pero en serio: feo de verdad no era Potolo… es que llorando se ponía más raro. Y ganó. Ganó Potolo porque, como decía la gente, “feura con lágrimas no se discute”. Pero todo fue en buena onda, entre risas, entre pueblo.

Y la otra, que fue en Enriquillo, no me la contaron: ¡yo estaba ahí! Se organizó una competencia de quién aguantaba más tiempo debajo del agua. Diablo Viejo llegó con su saco al hombro y, ante los ojos asombrados de todos, comenzó a sacar coco, arroz, habichuela, plátano… El otro competidor, que era del mismo Enriquillo, le preguntó:
—¿Y eso pa’ qué es, compai?
Y Diablo Viejo, con esa voz entre burla y verdad, le respondió:
—¡Ah, pero tú pensabas salir pronto! Eso es pa’ cocinar allá abajo. Son quince días lo que vamos a durar sumergidos.

El hombre se echó a reír nervioso, y ahí mismo canceló la competencia. ¿Quién va a competir con alguien que va pa’ vivir bajo el agua?

Estas historias no son solo anécdotas: son señales de una época en la que la alegría, la picardía y el arte popular estaban vivitos en cada esquina. Diablo Viejo no fue un bufón, fue un símbolo. Un hombre del barrio que nos enseñó a reírnos con y de nosotros mismos. Un patrimonio oral, festivo, satírico… puro folclor vivo, que hoy, como dicen los principios de la UNESCO, es parte del alma cultural de un pueblo.

Así que cuando pedimos que una calle en Villa Estela lleve su nombre, no estamos pidiendo un favor: estamos exigiendo memoria. Estamos diciendo que no se puede entender la historia de Barahona sin entender a quienes, como Diablo Viejo, fueron los portadores del espíritu popular.

Y si no lo entienden todavía, que lean estas historias. Y si aún dudan, que pregunten al barrio.
Porque el barrio no olvida.