Por: Carlos Julio Feliz Vidal
El feminicidio es más que un vocablo con el que se pretende traducir las muertes de mujeres por parte de sus parejas actuales o pasadas, ocurridas en la República Dominicana. El feminicidio revela la existencia de una intoxicación cultural engendrada bajo un modelo deficitario de educación y unas políticas públicas represivas que omiten la prevención y la promoción de cambios de paradigmas.
El feminicidio es dolor y muerte. El Estado lo reduce a «machismo» y pretende resolverlo con el aumento de la pena al feminicida.
Año tras años se reproducen los feminicidios sin que los discursos públicos y privados incidan en su disminución, pese a lo cual se siguen repitiendo las mismas fórmulas para combatirlo.
El feminicida es producto de una sociedad intoxicada por la cultura. El feminicida es un retrato deformado de la sociedad en la que crece.
El feminicida mata y se mata porque ha perdido la visión de la vida. El feminicida es un cadáver espiritual…su caos emocional le obnibula la razón, su dependencia de otra persona y su miedo a la crítica pública, le atribulan, agobian y alocan.
El feminicida no es el. macho típico en el sentido biológico, es todo lo contrario, el feminicida subestima su masculinidad, ha perdido la fe en su propia capacidad de competir y seguir adelante.
El feminicida se viene destruyendo asimismo, se dispara y hiere sin piedad, antes de disparar y herir a su pareja.
El feminicida deja de amarse y apreciarse, se subestima y odia…no mata por amor, el amor no busca lo suyo, mata porque está culturalmente intoxicado, ha dejado que unas creencias tomen cuerpo, que unos desafectos lo marquen o que un cuchicheo lo avergüence.
El feminicida duda, cela y ruega antes de matar.
El feminicida es un enfermo con signos y síntomas claros de intoxicación cultural, cuyo síndrome el sistema pasa por alto porque tampoco entiende que ese hombre puede estar en cualquier nivel social, y que sin decirlo, grita por ayuda; el feminicida no es el «macho» arrogante, es el individuo perdido en el seno de una cultura matizada por prejuicios, que ve como una tragedia la separación porque asume a alguien como una fuente que alimenta su esperanza.
El feminicida es una víctima de la construcción cultural dominicana, en la que participan hombres y mujeres, asignando y dividiendo papeles, formando y difundiendo estereotipos que ya la sociedad ha debido superar.
El feminicida es hombre, pero no todo hombre es feminicida. La mayor parte de los hombres dominicanos asumen la pérdida de una relación y continúan sus vidas, saben que «más palante hay gente», en cambio, el feminicida se aferra a alguien, se niega al cambio, y ante lo irreversible de una separación, vislumbra su vida como un fracaso y mata y se puede matar asimismo.
El feminicida es el fruto de una socialización familiar y comunitaria deficiente, que predica igualdad entre hombres y mujeres, pero los educa para que respondan diferente ante las tensiones de la vida en pareja.
El feminicidio es, en parte, el resultado de la ausencia de políticas públicas preventivas, en tanto que el Estado reafirma el discurso de aumentar las penas y atribuirle al machismo los feminicidios, olvidando la base cultural que puede explicar esa conducta en el contexto concreto de la realidad social dominicana.